La transformación de los partidos políticos que no será


Cuando México vivía la embriaguez de la transformación democrática, con la salida del PRI de Los Pinos y la “consolidación” de la transición de los poderes; con el rompimiento de las mayorías en los congresos y la figura del presidente perdía su halo de grandeza, los partidos se quedaron literalmente perdidos en el limbo.
Su transformación no fue ideológica ni democrática, fue un vuelco hacia la lucha de poder entre las tribus internas que comenzó con el PRD, después le siguió el PAN, luego el PRI y para compensar esta pérdida de identidad, formaron alianzas.
Alianzas que según las mentes más radicales de cada órgano político, nunca podrían llegar a ser. Así, la izquierda y la derecha se unieron; el centro-derecha institucional perdió el equilibrio y se tambaleó en medio de todas las visiones y lo peor de todo, refrendó su carácter de corrupto y cínico.
Al PRI no le importó en lo más mínimo la sociedad, a pesar de que en el 2012 lo llevó de nuevo al poder. El sexenio fue una terrible pesadilla a nivel social y de justicia, pero para el tricolor esto no era lo relevante. Al parecer, lo relevante era aprovecharse del poder y llenar las arcas personales antes de –nuevamente- perder la presidencia.
Pero en todos estos años, los partidos políticos lo único que lograron fue perder arraigo, seguidores y votos.
El pluripartidismo se convirtió en dos o tres opciones electorales, con un pragmatismo surrealista en donde las ideas que rechazaban en las cámaras, al día siguiente las retomaban como propuestas de campaña y todo era una guerra de declaraciones ficticias y mentiras para “convencer” a la sociedad de algo imposible de realizar, dada la realidad actual.
Y la sociedad seguía siendo lo menos importante para los partidos. ¿El motivo? En 2018 recibieron en total 12 mil 752 millones 451 mil 864 pesos para las campañas electorales, una cifra que superó cualquier otra de la historia del país.
Y de acuerdo a cifras de Verificado 2018, el PRI recibió 3 mil 133 millones; el PAN 2 mil 510 millones; el PRD mil 478 millones; y Morena mil 304 millones de pesos.
El resto del dinero se repartió entre el PVEM, con mil 57 millones; Movimiento Ciudadano con mil 25 millones de pesos; Panal con 719 millones; PT con 632 mil pesos y el PES, con 611 mil pesos.
En ese sentido, el clamor popular ya no les interesa, a pesar de que un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Hidalgo afirma que “el 70% de los mexicanos tiene poca o ninguna confianza en los partidos políticos” y “sólo el 4% de la población mexicana confía” en ellos.
¿Y qué va a pasar con estos organismos? Todo parece indicar que nada. Ahora se preparan todas las facciones de los partidos que sobrevivieron a estas elecciones (donde Nueva Alianza y Encuentro Social perdieron su registro), para una lucha interna que los lleve a elegir a su líder y con ello, la consolidación de alguna corriente o tribu.
Si el triunfo de Morena y Andrés Manuel López Obrador representó un durísimo golpe al PRI, PAN y PRD, quienes perdieron sus posiciones de poder, esto no significa –y lo veremos con el paso del tiempo- que cambien sus posturas, reconozcan y enmienden sus errores o que busquen acercarse a la gente.
Bajo el pretexto de “recobrar sus ideales” y de “regresar a sus orígenes”, los partidos seguirán jugando a la “renovación”, a la democracia interna, a la pluralidad de ideas a la  “sana convivencia de posturas diversas”; pero todo para conservar sus nichos de poder y posicionarse en una etapa de “transformación” que nunca será y en donde no verán ni escucharán a la sociedad.
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