La narcocultura está hasta en la gastronomía

La narcocultura está hasta en la gastronomía
La influencia del narcotráfico en diversas manifestaciones artísticas y culturales ha ido en aumento en entornos en donde históricamente no tenían alcance, al menos en la forma tradicional en que se vive esta situación en lugares donde la figura de los grandes capos es prácticamente de similares a las deidades locales.
Corridos, series, películas, hasta museos –uno de la Sedena, por cierto-, muestran la forma en que los personajes ligados al crimen y a la mafia, supuestamente viven. Desde la figura del ranchero millonario, hasta los narco juniors que viven rodeados de lujos y excesos.
Pero me pasó algo muy curioso en una marisquería, en donde además de que sus platillos son muy recomendables, éstos tienen títulos referentes a los grandes capos, sobre todo los de Sinaloa, cosa que me llamó mucho la atención y me puso a pensar precisamente en el hecho de cómo hemos absorbido en nuestra vida diaria la existencia del narcotráfico.
Podría ser algo sin importancia –y hasta gracioso- comerte unos camarones cuyo platillo dicen que es el preferido de un líder criminal, o bebidas con la receta secreta “que solo conocen los capos de Sinaloa”.
Pero más allá de esas simplezas, lo cierto es que nadie puede imaginar hasta donde somos partícipes de las redes del narcotráfico –obvio, de manera involuntaria-, a través de “empresas fachada” y toda su estructura de ingeniera financiera, cuyos alcances están en todos lados.
Desde las grandes inversiones inmobiliarias hasta negocios de cualquier esquina, así como gasolineras y franquicias de marcas reconocidas y complejos turísticos, todo puede tener el tufo de lavado de dinero, tal como lo señala el FBI, la DEA y el Pentágono.
Pero regresando a la narco cultura que se ha creado alrededor de los grandes capos y sus estructuras de poder, parece que se han convertido en los nuevos personajes protagonistas de las novelas modernas.
Para no ir tan lejos, ahí está la supuesta fascinación que le causó Kate del Castillo con su papel de Teresa Mendoza, en la Reina del Sur, al mismísimo “Chapo” Guzmán.
Además, el “romanticismo” que siempre se ha creado en torno a los mafiosos en el sentido de que pueden ser despiadados con sus rivales, pero bondadosos con la gente que más lo necesita, un estilo de Robin Hood local, que da a los pobres todo lo que las autoridades no les han dado en décadas o siglos.
Esto, en medio de entornos de pobreza extrema y sin opciones reales de empleo, además de que en muchas regiones generaciones enteras han sido partícipes del negocio de la droga –sembrando, cosechando, produciendo, distribuyendo, etc.-, todo esto crea un especie de modelo cultural e ideológico a seguir, la materialización de que aun siendo pobres y relegados, se puede ser exitoso.
Es decir, a pesar de que en el entorno citadino esto no se entiende, existe y es muy poderoso en la percepción de las nuevas generaciones –del Triangulo Dorado, por ejemplo- con respecto a su futuro y lo que desean ser cuando tengan edad suficiente para comenzar a trabajar en el negocio de las drogas.
Y por otro lado, los “narco juniors”, esos que son la representación de lo que las nuevas generaciones jóvenes desean. Lujos, mujeres hermosas, armas, autos deportivos, mucho poder económico y social y sobre todo, la personificación del empresario exitoso.

Por todo esto la narco cultura ya está hasta las creaciones gastronómicas y mientras uno se come unos camarones, uno también se imagina que tal vez alguno de esos grandes capos también disfruta de esos platillos en algunos de sus ranchos, en sus hoteles de lujo o tal vez, enfrente de ti y ni siquiera lo sabes.

Entradas populares