A un mes...Las secuelas del 19S y el drama de los damnificados
Es evidente que la situación de emergencia continua en la CDMX, si bien ya no en las dimensiones de los primeros días posteriores al sismo del pasado 19 de septiembre, en donde las labores de rescate fueron la prioridad, con el paso de las semanas comienzan a surgir esas historias de los sobrevivientes que ahora literalmente han perdido su patrimonio y en algunos casos hasta sus familias.
El tema del 19S sigue siendo una tendencia entre la sociedad, preguntarle a alguien más sobre cómo lo vivió es una manera de confirmar que fue real y que la devastación existió, que no fue un invento de uno mismo o que el miedo hizo que sobredimensionáramos las cosas.
En un sentido estricto y de manera particular, sigo sin asimilar lo ocurrido a pesar del paso de los días. Pero las historias y las narraciones de las personas hacen que uno reviva las cosas desde una perspectiva diferente, sin la adrenalina que provocaba estar en las zonas de derrumbes.
Una de estas historias es la de un taxista que vivía en la Unidad Habitacional Concordia, en Ignacio Zaragoza, un complejo donde –según sus propias palabras- hay 78 edificios de los cuales 74 están dañados.
El edifico donde está el departamento que rentaba por tres mil pesos mensuales se inclinó 13 centímetros y luego de los peritajes de Protección Civil, las autoridades les informaron que podía ser “habitado, pero con ciertos riesgos” -dijo el chofer-, por lo cual se organizaron los vecinos para pedir un dictamen particular y según éste último, solo sería seguro si la inclinación hubiera sido de 10 centímetros, por lo cual con el ángulo que tiene actualmente es inhabitable.
Pero el otro problema es que el edificio de enfrente resultó dañado en su estructura y lo van a demoler y mientras esto no suceda, no podrán entrar al departamento que habitaban hasta el 19 de septiembre pasado.
Y a la pregunta obligada de dónde se estaba quedando, la respuesta fue sorprendente: “no me da vergüenza decir esto, me estoy quedando en el taxi”.
Después explicó que hace un par de años su situación económica mejoró y decidió comprar dos taxis que está pagando, pero el sismo modificó toda su vida y además de perder su casa, también se redujeron sus ingresos y esto lo obligó a tomar esta decisión de no gastar en nada que no fuera el pago de sus deudas.
Tal vez resulte un poco extrema esta postura, pero decía que llevaba días en donde no “salía ni para la gasolina, cómo voy a pagar un hotel o un departamento”.
Pero tal vez esta sea parte de la realidad de las personas que siguen pernoctando en los 20 albergues instalados en la Ciudad de México y en donde, a pesar de que la cifra se reduce de manera constante -según el gobierno de la CDMX-, lo complicado de su situación puede incluso obligarlos a tomar medidas como las del taxista.
Para los que no perdimos nada con el sismo, supongo que es muy complicado dimensionar el hecho de quedarse sin nada en cuestión de segundos; o saber la manera en qué uno reaccionaría ante esa situación y lo racional que pueden llegar a ser las decisiones que uno tome bajo la presión y el estrés de la situación.
Y cuando se habla de este tipo de desastre, pareciera que todo queda en el hecho de los edificios derrumbados, las muertes que se acumularon y la aplicación de los programas de reconstrucción; pero hay algo encerrado en el ambiente que tiene que ver con la cuestión emocional y el daño que ocasiona en las personas, que tal vez no sea evidente pero que es fundamental atenderlo para poder recuperarse plenamente de estas tragedias.
Sin duda el evento del 19S fue devastador y no solo a nivel material, sino sobre todo a nivel emocional; un aspecto que tardaremos mucho tiempo en poder superar.