La libertad de la imaginación de Juan Soriano

El arte mexicano se redescubrió el día que Juan Soriano apareció en la escena artística.

Todo lo envolvió con ese espíritu buscador de libertad e innovación; su imaginación sin límites le permitió soñar sin ninguna atadura; era un ser con una sensibilidad suprema para plasmar un mundo representado en imágenes, figuras y sueños.

Juan Soriano nació siendo artista. Su infancia en su natal Guadalajara, estuvo marcada por su inusual gusto por los libros, los museos, los rostros humanos y la elaboración de figuras.

Apenas tenía ocho años cuando empezó a descubrir la esencia que se vislumbra en los rostros y recreaba en retratos las facciones y la belleza que sólo el precoz artista encontraba en los rasgos de los otros.

Pero desde ese momento, los retratos eran diferentes a los rostros de los modelos, algo había cambiado que los diferenciaba de la realidad y era que el niño Soriano, había puesto su magia en los dibujos, para presentarlos como algo verdaderamente estético e imaginativo.

Su enorme talento lo llevó, en la adolescencia, a descubrir las primeras sensaciones que lo acercaron a las expresiones artísticas que fueron su trabajo durante toda la vida.

El tiempo cronológico era algo que no concordaba con su talento e ingenio. Apenas tenía 15 años cuando la fotógrafa Lola Álvarez Bravo y el artista plástico José Chávez Morado, lo descubrieron, lo motivaron a estudiar y lo invitaron a la capital del país.

Todo cambió en la vida de Juan Soriano. El ambiente intelectual, bohemio y artístico que encontró a su llegada a la ciudad de México, fue el detonante para que sus sueños de libertad volaran tan alto, que nunca más los detendría.

La pintura, escultura, escenografías teatrales, diseño de vestuarios, todo era un cúmulo de creaciones nuevas y diferentes hasta ese momento inexistentes.

Sin embargo, ya existían en el mundo del artista que con una perseverancia infinita, las hacía realidad: “Descubrí que era capaz de hacer existir cosas que antes no existían, sólo porque las creaba“, aseguró el creador en una entrevista.

La vida lo eligió para romper moldes, modelos y formas. Nada lo detenía cuando se trataba de explorar nuevas técnicas y representaciones.

Con su fuerza creativa logró un cambio en la composición y las formas estéticas que regían en nuestro país, de tal modo, que sorprendió a todos, incluso a Diego Rivera, por sus propuestas artísticas y pictóricas individuales y propias, convirtiéndose así en el principal promotor del periodo artístico conocido como “La Ruptura”, que desbancaría a la Escuela Mexicana, caracterizada por los muralistas y los temas de orden social.

La dedicación y perseverancia que se necesita para defender un proyecto de vida y el trabajo intenso por cumplir el compromiso personal para alcanzar la perfección en su obra, lo llevaron a ser admirado y distinguido por reyes, primeros ministros y personajes nacionales e internacionales.

El premio a todo esa lucha, es la trascendencia histórica que el tiempo no puede borrar.

El 10 de febrero de 2006 dejó de existir Juan Francisco Rodríguez Montoya. Sin embargo, ese gran maestro mexicano de las artes que engrandeció con su talento nuestra cultura y a la humanidad con sus creaciones; aquel que nunca dejó de fomentar un alma de niño soñador, divertido y valiente; aquel gran ser humano que amó apasionadamente la vida y todas sus maravillas; no ha dejado de existir ni nos ha abandonado.

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