El gran paso de la mariguana


La Suprema Corte de la Nación aprobó el uso y consumo personal de  la mariguana. Esto parecía lejano a pesar de que había voces que impulsaban de cierta manera este tema, sin embrago, tuvieron que venir cuatro personas –que en realidad ni usan ni han probado la mota- para poner a prueba a los magistrados, a la sociedad y a los políticos.
Josefina Ricaño, Armando Santacruz, Juan Francisco Torres y José Pablo Girault, quienes en 2013 se ampararon contra los artículos 235, 237, 245, 247 y 248 de la Ley General de Salud debido a que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) les prohibió una autorización para consumir marihuana.
“Hoy somos cuatro pero mañana podemos ser 120 millones. Es una decisión histórica. Le pusimos el primer clavo al ataúd de la política prohibicionista. Años de sangre y violencia ven hoy la luz al final del camino”, dijo Juan Francisco Torres, uno de los cuatro amparados.

Y esto es cierto. La resolución de la Suprema Corte es algo histórico ya que rompe la visión tradicional prohibicionista con la que se ha asumido el tema de las drogas y su posible legalización, pero también porque abre la puerta para que miles o cientos de miles de personas aprovechen este antecedente para hacer de esta resolución algo masivo.
Pero desde mi punto de vista, esto no hay que verlo como la panacea que va acabar con el narcotráfico o que será la estrategia más efectiva para terminar con el tráfico de drogas. Hay que ser realistas y dimensionarlo en su justa proporción.
Por un lado puede ser que los efectos tarden en ser vistos, ya que primero esta resolución se tiene que extender hacia el grueso de los consumidores. Pero también abre una puerta única y muy valiosa para que ellos se organizasen en grupos o asociaciones y que promuevan, además de los amparos y acciones legales necesarias, el uso responsable de la mariguana, algo que hasta unos días estaba también prohibido.
Y es que el contrabando y el tráfico ilegal de productos no va terminar nunca. El alcohol es legal y hay vino adulterado en el mercado negro. El uso de tabaco está totalmente aprobado y se venden cajetillas de quien sabe dónde y caducados. Los libros, la música y las películas “piratas”, hay por todas partes. Lo mismo pasaría con la mariguana.
Sobre todo porque solamente se aprueba el uso y autoconsumo de la mariguana y no incluye su comercialización ni el consumo de otros estupefacinetes y sicotrópicos.
Sin embrago, lo más importante de esta resolución es que le quita el mito y la oscuridad a la hierba. Esto puede permitir que en algún momento, su uso sea más responsable y hasta se vaya creando una cultura de consumo entre los usuarios, cosa que el en fondo, sería lo más deseable.
Al parecer, se están dando las circunstancias para que la visión sobre el uso de las drogas empiece a tomar una dimensión más realista y abierta. En México el consumo de drogas no es ilegal, lo que está fuera de la ley es la distribución, producción y transportación de las drogas.
Además, ya quedó demostrado que no hay ninguna prohibición que sea realmente efectiva para evitar el consumo de las drogas. Según datos revelados en libro Consumo de Drogas: riesgos y consecuencias, editado por los Centros de Integración Juvenil (CIJ), se dio a conocer que de 2008 a 2014, el consumo de cannabis se incrementó en 17% a nivel nacional.
A que nos lleva esto, a entender que estamos en la necesidad de cambiar la visión y en lugar de prohibir, crear los escenarios propicios para que su uso sea más responsable.

Ya que como dice la resolución de la Suprema Corte: “la posibilidad de decidir responsablemente si se desea experimentar los efectos de esa sustancia a pesar de los daños que esta actividad puede generarle a una persona, pertenece al estricto ámbito de la autonomía individual protegido por el derecho al libre desarrollo de la personalidad”.

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