Niños kikapú de Sonora encuentran en su identidad una manera de desarrollo social
(EFE).- Centenares de artesanas indígenas del norteño estado mexicano de Sonora han mejorado sus condiciones de vida en los últimos años gracias a una ONG que les ha dado formación en este campo y herramientas para empoderarse y recuperar su identidad, otrora menospreciada.
Armida Cabrera tiene 53 años y llevaba décadas dedicándose
al campo y al hogar hasta que entró en contacto con la Institución de
Asistencia Privada (IAP) Lutisuc, con la que aprendió a confeccionar
atrapasueños, muñecas y collares propios de su pueblo, los kikapú, ubicados en
el norte de México y en regiones del sur de EE.UU.
"Mi calidad de vida ha mejorado mucho. Mis ingresos no
son muchos, pero gracias a Dios ahí van, y ya no tenemos que estar en el campo.
Gracias a las ventas de artesanía puedo comprar medicinas, o intercambiarlas
por comida", dijo a Efe Cabrera, madre de siete hijos, todos ellos
agricultores.
Los kikapú provienen de Canadá y el noroeste de Estados
Unidos, pero se asentaron en tierras mexicanas hace más de cien años al ser
perseguidos por colonizadores, y se calcula que en Sonora apenas son un
centenar.
Prácticamente han perdido su lengua, pues -recordó Cabrera
kikapú "por derecho" a través de su marido- los antepasados no
enseñaron el idioma a sus hijos por miedo a que fueran discriminados.
Creada en 1997, Lutisuc los ayuda a recuperar su identidad y
a la vez integrarlos en la lógica comercial con programas de artesanía y la
promoción de su trabajo.
"Buscamos que sean ellos mismos los gestores de su
propio desarrollo y les apoyamos a proteger e impulsar su cultura a través de
la artesanía", explicó Inmaculada Puente, directora de esta asociación cultural
conformada por mujeres.
Con maestría y delicadeza, se elaboran cojines bordados con
dibujos de flora autóctona, muñecas con trajes regionales, cestería, collares
elaborados con conchas o escamas de pez, atuendos rituales y otros tantos
objetos hechos con elementos naturales y propios de su región.
En la tienda de la Cooperativa de Artesanos Indígenas de
Sonora -que colabora con Lutisuc- y ubicada en el centro de Hermosillo, capital
de Sonora, puede verse una buena representación de esta artesanía autóctona.
Cuenta con objetos de siete de los ocho pueblos de la
región: de la zona sierra (kikapú, pimas y guarijíos), del desierto (seri y
cucapá) y del valle (mayo y yaqui).
Algunos son de los más originales, pues buscan
"resignificar" la artesanía indígena: "Elaboran el objeto de
acuerdo a las tendencias actuales de manera que ese producto encuentre su
mercado", apuntó Puente.
Se trata de "cerrar el círculo" para que lleguen a
estas comunidades, a menudo pobres y apartadas, los recursos económicos.
En otros casos solo se les apoya para que elaboren objetos
que recuperen el arte de sus ancestros y los plasmen en ropa o figuras.
La entidad ha capacitado a cerca de 300 indígenas, casi
siempre mujeres, y ha instalado talleres de artesanía en varias comunidades de
este fronterizo estado que vive, en gran parte, del ganado, la minería y las
fábricas que producen para EE.UU.
Lutisuc busca trabajar "en horizontal", sin
imposiciones a las comunidades beneficiadas, agregó Puente, una periodista y
maestra en Historia del Arte que llegó a México desde España hace cuarenta años
y es la impulsora del proyecto.
"Tratamos de empoderar a la mujer para que eleven su
autoestima y su identidad. Ellas son las formadoras de familia", aseveró.
Amelia Rábago, de la etnia mayo, es un ejemplo de ello. A
sus 38 años es la coordinadora de 30 artesanos de su comunidad ubicadas en
Masiaca, un pueblo de 1.500 habitantes.
Elabora atuendos de danzantes, máscaras de madera y bordados
tradicionales y agradece a Lutisuc haber mejorado "el control de
calidad" de su prendas.
"Hemos mejorado también los precios. Y nuestros
productos llegan más lejos", celebró esta mujer que, junto a su marido y
en un buen mes, ganan alrededor de 8.000 pesos (unos 423 dólares), y tiene un
solo hijo, que estudia Derecho.
Se trata de un ejercicio solidario en el que todos deben
ganar.
Así, a través de la "economía solidaria" y un
"mercado justo" se ha logrado que estas etnias -menos del 2 % de la
población de Sonora- valoren sus orígenes.
"Las mujeres pimas iban antes con la cabeza gacha, y
ahora se identifican con orgullo como artesanas" de este pueblo, aseguró
la representante Lutisuc, que este año ganó el Premio Nacional Monte Piedad por
la excelencia de su proyecto.
Cabrera confesó que quiere migrar a Estados Unidos, donde su
esposo, un campesino retirado de 64 años, tiene derecho a pedir la residencia.
Las posibilidades de éxito son claras, "él dice que no
se le ha perdido nada allá, pero a mí me gustaría irme allá a vender. Hace poco
nos hicieron un pedido unos gringos de California y nos fue bien. Y así
recuperamos también nuestras costumbres y la lengua", remató esta
orgullosa artesana.