El aeropuerto de Santa Lucía, entre hazañas y bendiciones
El nuevo aeropuerto General Felipe Ángeles, que se construye
en la base militar de Santa Lucía en el Estado de México, ha sido uno de los
temas más polémicos del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, ya que no solo
representa una de las grandes obras de infraestructura de su gobierno, sino que
tendrá un impacto directo en la economía nacional y también será una de las
vitrinas para que el Ejército, muestre una faceta hasta ahora desconocida por
la mayoría de la ciudadanía.
Será una gran “hazaña” de construcción, dijo el presidente
durante un recorrido por las obras, ya que además prometió que estará listo y
operable para el 21 de marzo de 2022. Pero por otra parte, el mandatario consideró
como una “bendición” la cancelación del proyecto en Texcoco, ya que ahí todo “era
fango”, en cambio en “Santa Lucía hay tierra firme”.
Una declaración que se puede interpretar también como una
metáfora: el lodazal que representa la corrupción en México y la solidez –la tierra
firme- que en teoría sostiene a su proyecto de nación alejado de toda mancha de
negocios sucios, sobornos o beneficios restringidos solo para un grupo
exclusivo.
Pero más allá de cuestiones políticas e ideológicas –como siempre
digo, no importa quien gobierne pero que lo haga bien-, en realidad a todos nos
conviene que el Aeropuerto General Felipe Ángeles de verdad sea una hazaña de
construcción, que resuelva el tema del tráfico aéreo de la ciudad, la zona
conurbada y por otra parte, que sea un impulso real para la economía alejando todas
las dudas y fantasmas financiero que se tienen con respecto a este proyecto.
El tema económico es un tema muy importante, ya que estamos técnicamente
en una recesión, con crecimiento nulo y con la promesa de que tendremos un PIB
de 4% en algún momento de este sexenio. El aeropuerto de Santa Lucía puede ser
un gran impulso para esto, si es que funciona como lo ha proyectado el gobierno
federal.
Es decir, con la intención de unir de manera operativa las
terminales aéreas de la CDM, Toluca y Santa Lucía, con esto el impacto y la
derrama económica puede distribuirse entre estas áreas, permitiendo un eventual
desarrollo de manera progresiva y menos focalizada; algo que al final es parte
de los grandes objetivos que se plantean de manera intrínseca con estas obras
de infraestructura.
También está en juego la imagen del presidente y de su
gobierno, ya que si Santa Lucía se convierte en el referente que todos esperan,
la percepción de confianza y de cumplimiento de promesas aumentará en el grueso
de la población, logrando con esto revertir las críticas hacia este proyecto.
Pero algo que ha quedado de lado y al que se le ha dado poca
trascendencia, es el papel del Ejército en áreas donde hasta antes de esta mega
obra de carácter civil, su participación era reducida y por lo tanto el grueso
de la población desconoce el talento y las capacidades con las que cuentan los
ingenieros militares, para hacerse cargo de estos proyectos de trascendencia
mundial.
Tal vez Santa Lucía no llegue a ser el aeropuerto más grande
y lujoso del mundo, como aspiraba a serlo Texcoco, pero lo que sí puede ser es
una especie de reivindicación del Ejército en la percepción de la ciudadanía y que
su trabajo trascienda mucho más allá de la lucha contra el crimen organizado,
una tarea en la que ha salido muy mal parado con respecto a la aprobación pública.
Y también al interior de la propia estructura castrense, donde hay descontento
acumulado por estas acciones que parecen que no van a ninguna parte.
Este es otro espaldarazo que le da AMLO al Ejército, otorgándole
la posibilidad de ser los artífices de una obra de gran importancia para el
país y que sean ellos mismos –a través de sus equipos de ingenieros, arquitectos
y constructores- los que rompan con el círculo de corrupción que en mayor o
menor medida impera en este tipo de proyectos a nivel nacional.
Ahora solo falta esperar y que llegue el 21 de marzo de 2022;
que el Ejército no se vea rebasado con esta obra y que al final el aeropuerto
de Santa Lucía sea una solución aérea y un impulso económico para el país; esto
por el bien de todos, como diría el propio AMLO.