El asesinato de Fátima: del dolor humano al adoctrinamiento ideológico


El caso de Fátima es una noticia mundial. Una niña de siete años sustraída por una desconocida de su escuela, desaparecida por varios días y luego su cuerpo aparece en bolsas de plástico en calles de la alcaldía Xochimilco, con aparente signos de abuso sexual.
Evidentemente este hecho es de una crueldad terrible, que sin importar el país donde suceda, causa una conmoción terrible. El problema además de todo, es que sucedió en México, donde los asesinatos son comunes, los feminicidios van en aumento y al menos los dos últimos en la CDMX –el de Ingrid Escamilla y ahora el de Fátima- han sido realmente preocupantes e indignante por el nivel de violencia que presentaron.
Y si bien estamos acostumbrados a que la justicia en México funcione de manera lenta, con mucha soberbia y denigrando a las víctimas –porque así funciona el sistema-, en el caso de Fátima ahora hay que agregarle un componente externo: las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Después de culpar al neoliberalismo de ser la causa principal de la crisis social, humanitaria y de justicia que vive actualmente el país, AMLO señaló que estos “son crímenes que tienen que ver con odio, es una enfermedad social, esto no sólo se resuelve con policías ni con cárceles, con amenazas de mano dura”.
Por lo que aseguró que “aquí tenemos que atender el fondo: que haya bienestar material y bienestar del alma, que se insista hasta el cansancio que sólo siendo buenos podemos ser felices”. Ya que según la visión de AMLO, “se cayó en una decadencia, un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal”.
Una postura que evidentemente no sana ni soluciona el dolor ni las tragedias. Es como un discurso ideológico que promete el paraíso sin importar el nivel de sufrimiento de las personas. Pero no basta con ser buenos en medio de un entorno de degradación; voraz y salvaje.
Y en un debate más profundo y en condiciones menos dolorosas, la postura del presidente –que no está del todo errónea- se podría discutir desde una perspectiva económica, histórica, evidentemente social y hasta antropológica. Pero en la situación actual, esto sale sobrando ya que la familia de Fátima, como la de Ingrid y la de miles de víctimas de la violencia e inseguridad, lo que necesitan es que el sistema de justicia funcione y garantice para todos bienestar y protección.
Contamos con un sistema de justicia reactivo, que solo acelera los procesos cuando la presión mediática y social es demasiado fuerte como para soportarla sin dar algún tipo de resultado. Y de cualquier forma, esto no sirve de nada ya que el daño está hecho y las promesas de gobierno de “llegar siempre hasta el fondo de las cosas” es una manera de hacerse “responsable” sin hacer realmente mucho –como sucedió con el cinismo de los gobierno federales anteriores-.
En este caso, el terrible final ya lo conocemos. Pero hay algo que me llama la atención y son las declaraciones de Sonia López , la tía de Fátima, donde acusa a las autoridades –tanto a la FGJCDMX como al DIF- de no darle el seguimiento adecuado a las señales de alerta que su familia ya ha había dado sobre la situación de la niña y su madre.
Sonia López asegura que “si hoy Fátima no está con nosotros es porque no se siguieron los protocolos que se debían seguir”, y agrega que “las instituciones no dieron la atención que debían de dar. Esto no es de hoy, había un problema de salud mental y no se siguió, no se le dio la atención”.
Esto con respecto a que en 2015, reportó al DIF que la madre de la menor asesinada presentaba un “problema de salud mental” y que según Sonia, “no tenía la capacidad de cuidar a Fátima y a sus hermanos, pero las instituciones no lo atendieron”.
Una de cadena de factores, omisiones y causas que al momento en que se dan pueden no ser importantes, hasta que engranan de manera perfecta y sucede algo como esto. Por eso el hecho de que el presidente diga que basta con solo ser buenos, ha causado tanta indignación social.
En México las personas son buenas hasta que las injusticias rebasan el límite de la bondad. Cuando las instituciones de justicia se convierten en los verdugos y no en los protectores; a partir de que el gobierno no es capaz cuidar a los ciudadanos y todo tiene un límite, sobre todo cuando amenazan, secuestran, asesinan o desaparecen a alguien de tu familia.
Esta es una nueva oportunidad para  que el gobierno, fiscalía y todas las instituciones de la CDMX den resultados prontos y reales, ya que la sociedad se comienza a cansar de tanto sufrimiento e indignación, algo que ningún adoctrinamiento ideológico podrá calmar o controlar.

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