El periodismo, la carrera de la muerte en México
JAVIER VALDEZ, PERIDOISTA ASESINADO EN CULIACÁN, SINALOA |
“Ser periodista es como formar parte de una lista negra”, dijo en su momento Javier Valdez, el periodista asesinado en Culiacán, Sinaloa, el pasado lunes 15 de mayo. Era, tal vez, uno de los hombres que fuera de los círculos del gobierno, mejor entendía, descifraba y afrontaba al narcotráfico.
“Ellos van a decidir, aunque tú tengas blindaje y escoltas, el día en que te van a matar. Si lo deciden lo van a hacer, no importa si tienes o no protección. No hay condiciones para hacer periodismo en México, las balas pasan demasiado cerca”, señaló Javier Valdez y cumplieron.
Mientras eso sucedía en Culiacán, unas horas después en Guerrero, presuntos miembros de la Familia Michoacana -100 hombres armados dicen los reportes-, secuestraron a siete periodistas en plena Tierra Caliente.
En Autlán de Navarro, Jalisco, el mismo lunes 15 de mayo, fueron atacados a balazos la subdirectora comercial del semanario El Costeño, Sonia Córdoba Oceguera y su hijo Héctor Rodríguez Córdoba, quien murió en lugar, mientras su madre está hospitalizada en condiciones graves.
Seis periodistas han muerto en lo que va del año. Cifra que ya alcanzó la mitad de los asesinatos del 2016 y superó lo cinco periodistas muertos que según el Comité para la Protección de los Periodistas, tiene registrado en 2015.
Tal vez distintos motivos originaron estos hechos, pero parece que todos tienen como fin último, mandar un mensaje muy claro por parte del crimen organizado de que ellos lo pueden todo, controlan todo y que las condolencias se las encargan al presidente Peña Nieto para que también sea parte de esta tragedia. Pero de justicia nada.
Y tal como lo predijo Javier Valdez, parece que ya “no hay espacio para hacer periodismo, lo hay para que tu finjas que escribes, para que tus dedos solo transcriban el texto de un boletín del gobierno, del sector empresarial o asuntos de carácter económico”.
Pero solo los valientes tocan el tema del crimen organizado o el narcotráfico; investigan y develan nexos entre éstos y las autoridades y tratan de defender a las víctimas de esta terrible ola de violencia que está literalmente matando a México.
Para cualquiera que haya estado cerca de lo que representa cubrir temas de seguridad, sabrá el temor con el que se sale a investigar en lugares donde abundan los muertos. El miedo que representa ser periodista y decir que está investigando qué pasa en esos sitios.
Y sí, tal como lo dijo Valdez –siempre Valdez-, reportear estos temas “tiene mucho que ver con un poco de locura, un poco de inteligencia, audacia, intrepidez, pero es demencial, porque además nada te salva de esta violencia”.
Parece que las cosas se complican demasiado, que ya no es opción tratar de conocer lo que pasa en la realidad y todo orilla a dejar de lado las ganas de investigar, para en todo caso, poder sobrevivir en medio de un entorno trágico.
Habrá todavía muchos colegas que por valentía, ideales o vocación social sigan caminando en medio de las balas; habrá otros que a la fuerza, tienen que obedecer órdenes del narco o las bandas criminales para sobrevivir; y habrá otros que prefieran la autocensura para salvarse y proteger a sus familias.
El gremio periodístico se une, exigimos acciones de las autoridades, se convoca por redes sociales y se publican desplegados, pero lo más triste es que –al menos yo- intuimos que el gobierno está rebasado y no hay nada que pueda cambiar esta realidad.
Salvo como lo dijo Valdez -otra vez Valdez-, tal vez el futuro del periodismo en México tenga una figura de un “terror que discapacita, que te cortas las alas, que te hace hacer un periodismo que cojea siempre”, sin ninguna otra opción más que ser acribillado en medio de la calle a plena luz de día o ser “levantado” y nunca más aparecer en este mundo.