México cuida la biodiversidad de toda América Latina con el Herbario Nacional

El Herbario Nacional de México (MEXU) custodia la colección más importante de plantas mexicanas y una gran parte de la biodiversidad vegetal de los neotrópicos. Con más de un millón 400 mil ejemplares, no sólo es el más grande del país, sino de América Latina, y se encuentra entre uno de los 10 más activos del mundo.

Dependiente del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, el MEXU registra cifras impresionantes. Por ejemplo, cada año se agregan más de 20 mil plantas, hongos, algas, líquenes y musgos: se incorporan (“montan”) alrededor de dos mil plantas cada mes.

Este espacio contribuye al avance científico, pues es una fuente primaria de consulta sobre la diversidad vegetal nacional y otras áreas del planeta, por ejemplo, de Centroamérica (Guatemala, Honduras y Nicaragua).


Se trata de un apoyo para la elaboración de floras nacionales o regionales, listados florísticos, monografías y revisiones taxonómicas; también, de un respaldo invaluable para el desarrollo de investigaciones sobre sistemática, ecología, fitogeografía, etnobotánica, paleobotánica y conservación.

Además, como parte de un proyecto de digitalización apoyado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), se fotografían y capturan los datos de las etiquetas de colecta de más de mil 500 ejemplares al día. 

En dos años y medio se han digitalizado más de 700 mil, lo que corresponde a un 50 por ciento de avance. En el mediano plazo estarán disponibles en red a través de la Coordinación de Colecciones Universitarias Digitales (CCUD) de esta casa de estudios.

Cuidado de la biodiversidad

El jefe del MEXU, David Gernandt, refirió que desde su fundación se ha dedicado a la descripción de la biodiversidad vegetal de México y de las Américas y, es decir, de cuáles especies se encuentran en el territorio y dónde están distribuidas. “Todavía no terminamos esa labor; falta describir miles de especies, según se predice”.

El Herbario es un logro de generaciones de botánicos y exploradores del país y extranjeros. Su historia se remonta a finales del siglo XIX, al surgir el Instituto Médico Nacional –en 1888–, como institución oficial encargada de integrar los conocimientos sobre los recursos naturales.

Hacia 1915 se consolidó e impulsó al reunirse las colecciones nacionales de plantas como parte de la Dirección de Estudios Biológicos. Desde 1929 está bajo resguardo de la UNAM, a través del IB.

“En ese entonces se sabía de la existencia de más o menos la mitad del número de especies de México de las que se conocen ahora”, refirió.

En sus acervos están representadas todas las entidades de la República. “Hemos realizado muchas colectas en el sur y centro del territorio. El estado más rico en especies es Oaxaca, le siguen Chiapas, Veracruz y Jalisco. Otros lugares inaccesibles han sido poco explorados, como gran parte del noroeste. Los principales sitios de colecta están cerca de los caminos, antes fueron las inmediaciones de las vías del ferrocarril”, relató Gernandt.

También hay una representación mundial: la flora de unos 100 países. Estados Unidos, Costa Rica, Australia, Francia, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Tailandia, China, Suiza, Austria, Tanzania, Madagascar, Noruega, Egipto o Turquía, entre otros.



Salas con plantas de todo el mundo

El MEXU está organizado en cinco colecciones principales: plantas vasculares, algas, briofitas (musgos), hongos y líquenes. La primera, con más de 1.3 millones de ejemplares, es la mayor, incluye los helechos, las gimnospermas (por ejemplo, las coníferas y cícadas) y las plantas con flor. A ellas se suman colecciones anexas: la etnobotánica, de frutos y semillas, palinoteca (polen), de maderas y un archivo fotográfico.


Cuenta con 14 salas (entre ellas Polypodium, Zea, Bletia, Acacia y Opuntia), la mitad con compactadores y gavetas móviles que permiten almacenar grandes cantidades de plantas. Pronto, con financiamiento de la UNAM, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y de la CONABIO, una sala más tendrá esa tecnología. 

“Ya no tenemos espacio para algunas colecciones claves como de leguminosas, gramíneas y coníferas, y debemos hacer arreglos mayores. Hemos comenzado una mudanza grande para almacenarlas”.

Pero el acervo también crece si, de manera cotidiana, los investigadores del IB salen al campo y colectan: se toman plantas completas o unas ramas y se prensan entre periódico y papel cartón, se apilan y se dejan secar a 50 grados centígrados por varios días; luego se les agrega una etiqueta que incluye datos como el nombre de la especie y familia, localidad, fecha de colecta y nombre del colector. También se recibe material por intercambio, préstamos y obsequios.



Personal especializado monta las plantas vasculares en papel cartulina. Los musgos, líquenes y hongos se colocan en sobres. Cada uno tiene un número único que lo identifica como ejemplar del herbario. Dispuestos y con su “camisa”, también de papel, son colocados, uno a uno, en su lugar, como un bibliotecario acomoda los libros.

Así, las plantas, algas y líquenes pueden durar cientos de años, tal es el caso de un espécimen de Senecio canicidus, el ejemplar más antiguo del MEXU. Fue colectado en Puebla en 1787 por Martín Sessé, botánico español, y José Mariano Mociño, botánico de la Nueva España.

A ejemplos destacados como ése les llaman “tipos”, porque son el ejemplar de referencia para la descripción de nuevas especies. El Herbario Nacional cuenta con más de nueve mil especímenes tipo. Por su importancia se albergan en una sala especial.

Nuevas tendencias

En la actualidad, el Herbario Nacional cuenta con 24 personas adscritas, técnicos académicos y administrativos, quienes organizan y resguardan los acervos; 13 de ellas se dedican a preparar nuevas colectas para su incorporación a la colección.

Además, los ejemplares se utilizan como fuentes de ADN, pues el material genético se conserva por largos periodos, de decenas y cientos de años. De ese modo, es posible estudiar la evolución o relaciones de parentesco entre las especies de plantas del mundo, o bien, identificar a una mediante el “código de barras” genético.

Al respecto, Gernandt señaló que esta última es una iniciativa internacional para generar una biblioteca de referencia de secuencias cortas de ADN, que permitan identificar especies. En plantas se secuencian dos regiones de ácido desoxirribonucleico de cloroplastos, que son pequeños fragmentos de dos genes.


“Secuenciamos las mismas regiones en todas las especies, para que cualquiera tome una muestra, extraiga ADN y compare el fragmento con bases de datos disponibles en la red. De ese modo sabemos qué especie tenemos en la mano”. Hasta hoy, se tiene secuenciado el 10 por ciento de las que posee el MEXU.

La información genética se usa, de igual manera, para analizar cómo se llevó a cabo la divergencia de uno en dos linajes, es decir, cómo la selección natural promueve la especiación, y saber hace cuánto tiempo ocurrió.

Usados en los últimos años, los sistemas de información geográfica permiten entender la distribución de plantas o cualquier organismo. Es un recurso para saber dónde se distribuyen, por ejemplo, las especies de un género, si son raras o ampliamente distribuidas, o para estimar en qué condiciones climáticas prosperan. Esto es un componente importante de su nicho ecológico.

De igual manera, los científicos prevén la distribución vegetal bajo el fenómeno de cambio climático. “Se estima que México debe esperar aumentos en la temperatura de alrededor de cuatro grados centígrados en los próximos 80 años. Mediante la modelación de su distribución se puede predecir cuáles plantas tendrán hábitats favorables en el futuro y cuáles no. Se espera un aumento en la tasa de extinción”.

La información del Herbario es solicitada no sólo por estudiantes y académicos de la UNAM, México y otros países, como Brasil o Alemania, sino por instancias gubernamentales como la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

La colección se mantiene activa y en constante crecimiento, con la encomienda de que más personas tengan acceso a sus acervos y que cada vez sea más útil a la comunidad científica nacional e internacional.

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