La contaminación en la Ciudad de México
CONTAMINACIÓN AMBIENTAL EN LA CIUDAD DE MÉXICO |
La Ciudad de México ha sido históricamente el edén prometido
para muchos mexicanos. Millones de personas han migrado de sus lugares de
origen para establecerse en las orillas de la capital del país con la esperanza
de encontrar mejores condiciones de vida.
Su modernismo, la “calidad de vida” que ofrece, sus
posibilidades de diversión y de desarrollo y la sensación de estar en la gran
ciudad, han provocado que se convierta en uno de los lugares soñados para
muchos y que esto la haya convertido a su vez, en una de las regiones más
pobladas del mundo y por ende, una de
las más contaminadas de todo el planeta.
Pero esta conformación social ha dado como origen que más de
21 millones de personas habiten en lo que se le denomina la Zona Metropolitana
del Valle de México (ZMVM).
Más de cinco millones de autos circulan por esta región que
está integrada por las 16 delegaciones de la Ciudad de México, el municipio de
Tizayuca (Hidalgo) y 59 municipios del Estado de México, entre ellos Nezahualcóyotl
y Ecatepec, dos de las entidades más pobladas del país.
Apenas la semana pasada, los niveles de contaminación
obligaron a la Comisión Ambiental de la Megalópolis decretar una contingencia
ambiental, cosa que no sucedía desde hace más de 13 años y que obligó a las
autoridades de la Ciudad de México a tomar medidas extremas para mitigar los
contaminantes en el medio ambiente.
Pero más allá de ser un tema ecológico, ambiental y de salud
pública, también es un tema político que implica una falta de responsabilidad
social por parte de todos los gobiernos que integran la tan famosa y criticada
Megalópolis, conformada por la CDMX, Estado de México, Tlaxcala, Puebla e
Hidalgo.
Si bien es cierto que la Ciudad de México es en donde
aparentemente se concentra todo el problema de la contaminación ambiental, es
el único que ha implementado, modificado y perfeccionado el sistema de la
verificación vehicular para evitar que los autos contaminen más de lo
permitido.
También ha implementado políticas de movilidad que han
premiado de cierta forma el uso del transporte público, ha aumentado la
flotilla de autobuses de última generación, ha construido y ampliado algunas líneas
del metro e impulsado sistemas ecológicos individuales como Ecobici.
Lo malo de todo esto, es que no ha sido suficiente para
mejorar sustancialmente la calidad del transporte público, cosa que aún es uno
de los grandes dramas que enfrentamos los capitalinos.
Según el Centro Mario Molina, “más de dos tercios de los 22
millones de viajes diarios se realizan en transporte público y el 65% por
ciento de los usuarios considera que la calidad del servicio es pésima o mala”.
Pero si bien en la CDMX el transporte público sigue siendo
una pesadilla en algunas zonas
y en ciertos horarios, no se puede comparar con
la falta de seguridad, abusos e irresponsabilidad con que opera el transporte
concesionado en el Estado de México, que es en donde mayor número de personas
concentra la Zona Metropolitana.
Es decir, la falta de voluntad política por parte del
gobierno del Estado de México de atender esta situación, en donde la mayoría de
los autobuses se encuentran en mala calidad física y mecánica, ha ocasionado
que sea precisamente la zona conurbada una de las principales generadoras de
contaminantes automotrices.
Pero esta anarquía en las políticas de urbanismo y movilidad
que aquejan los gobiernos municipales y el estatal en el EdoMex, se ha
transformado en inseguridad, asaltos y asesinatos a bordo de unidades de
transporte público.
Las denuncias por robos con estas características han
aumentado 12% en el último año, según cifras de la Comisión de Seguridad del
Estado de México. Si se tiene registrado este aumentó, entonces las cifras negras han de estar por
los cielos.
Así, ¿qué incentivos tienen los ciudadanos de esos
municipios de dejar sus autos y andar en transporte público? Ninguno.
Por eso, el gran problema de la contaminación no es la CDMX
como muchos quieren hacer ver, la realidad es que los estados colindantes
necesitan un plan integral para controlar esto, que no solamente es un tema
ecológico, sino de seguridad pública y políticas de desarrollo social.