El sueño americano solitario



El drama  de los migrantes que recorren el territorio nacional para llegar a los Estados Unidos se ha convertido en un verdadero infierno. Amenazas del crimen organizado, abusos de oficiales migratorios y policías; extorsiones, secuestros, asesinatos y violaciones son los fantasmas que ensombrecen la ruta migrante en México.

Una verdadera tragedia. Pero si a todo esto le agregamos un elemento desgarrador, las cosas se vuelven dantescas. Este el caso de los niños y adolescentes que migran de sus tierras de origen tratando de llegar a suelo estadunidense, pero lo hacen solos, sin compañía de un adulto y en muchos, casos literalmente sin nada ni nadie.

De acuerdo con el estudio titulado Menores Migrantes en México, de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, en noviembre de 2015 hubo un “crecimiento preocupante” de niños migrantes de entre 0 y 11 años, al registrar 12 mil 277 menores, contra los ocho mil 353 de 2014.

Este aumento de menores migrantes también eleva el riesgo de que sufran abusos en su contra durante su andar. Pero lo peor son las desapariciones y las muertes de estos menores, ya que según un reporte del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los 
Derechos Humanos, entre 2006 y 2014, seis mil son niños y adolescentes han desaparecido en México.

No en todos estos casos se refiere a menores migrantes, pero la realidad es que la violencia y el ambiente de inseguridad que priva en muchas regiones de México, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, han obligado a miles de menores a huir, buscar una salida rápida y emprender el camino hacia el norte en busca de algún familiar que se encuentra en los Estados Unidos.

“Los niños, niñas y adolescentes deciden viajar solos para cruzar la frontera de los Estados Unidos en primer lugar por el deseo de reunirse con sus familiares, en segundo término por el deseo de mejorar su nivel de vida a través del desempeño de un trabajo y, por último, por el deseo de escapar de la violencia familiar o de la explotación sexual”, dice la Unicef.

Es decir, los migrantes menores no acompañados son una realidad que poco a poco comienzan a ser noticia, dado el grado de gravedad que implica su situación. Y no solo se refiere a los sucesos que se puedan presentar en su camino por México, sino incluso una vez que se supone han llegado a la tierra prometida y en donde “están a salvo”.

Empujados por la violencia que ha cobrado miles de vidas en México, los menores se aventuran en busca del famoso “sueño americano”. Un sueño que de entrada, muestra la cara más cruel de la barbarie humana que sufrimos actualmente en los países de Centro América y obviamente, en nuestro país.

Y el origen más común de estas travesías es el hambre y la violencia. “Hay un porcentaje importante de mexicanos, que vienen por la corrupción, porque hay cárteles, porque tienen miedo, han matado a sus familiares y han sufrido algo muy grave”, dice Miguel Mexicano, director de representación de la organización Esperanza Immigrant Rights Project (EIRP, por sus siglas en inglés).

Pero cuando son menores de edad, las cosas se agravan aún más. El año pasado tan sola esta organización atendió al menos 500 casos de niños no acompañados, de los cuales el 15% eran menores mexicanos.

La agencia Associated Press (AP) reveló que al menos una docena de niños migrantes no acompañados, en su mayoría centroamericanos, fueron abusados sexualmente el año pasado.

Y según Jacqueline Bhabha, directora de investigaciones del Centro FXB para la Investigación de Derechos Humanos de la Universidad de Harvard, esto es “solo la punta del iceberg” de lo que en realidad sucede con los niños migrantes no acompañados que llegan a los Estados Unidos.

“Es difícil determinar el número exacto de niños sometidos a abusos entre los 89 mil que fueron colocados en hogares adoptivos desde octubre de 2013 en los Estados Unidos, debido a que muchos de los niños no han sido encontrados”, refirió la agencia de noticias internacional.


Así, las cosas son alarmantes para estos menores y lo peor de todo, es que su número sigue creciendo y como en todas las aristas del tema migratorio, no hay medidas oficiales efectivas que al menos les garanticen un mínimo de seguridad para su persona, su bienestar emocional y mental. Como dice el dicho: “Salen de Guatemala para entrar a Guatepeor…”

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