Ayotzinapa: Pienso, luego me desaparecen
Marchas en protesta del asesinato y desaparición de estudiantes de la Normal de Ayotzinapa |
“Pienso, luego me desaparecen” fue
una de las frases que el grupo Massive Attack mostró a manera de protesta en su
concierto en el Plaza Condesa de la Ciudad de México, por la desaparición de 43
estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, ocurrida en Iguala
(Gro.) entre el 26 y 27 de septiembre pasados.
Reclamos mundiales por Ayotzinapa
El caso Ayotzinapa ha conmovido al
mundo entero. Protestas y marchas en ciudades de Europa y Estados Unidos le han
dado voz a estos crímenes en tierras lejanas.
Organismos defensores de derechos
humanos como Amnistía Internacional, Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
Human Rights Wach, la Organización de Estados Américanos (OEA) y relatores de
la ONU, han exigido al gobierno federal una respuesta rápida y precisa a estos
hechos.
El famoso juez español Baltazar
Garzón ha sido contundente al decir: “el genocidio no está lejos de México.
¿Cómo se le puede llamar a lo que pasó con los normalistas de México? Estamos
ante crímenes de lesa humanidad”.
En estos eventos trágicos hay
varios factores que hay que analizar para poder tener una perspectiva clara de
la profundidad del problema.
La tragedia humana
Evidentemente el principal daño y
el más preocupante es el humano. Cinco estudiantes y un menor de edad
asesinados, 43 personas desaparecidas –y presuntamente enterradas en fosas
clandestinas- y cientos de familiares sufriendo día a día el hecho de no saber
en dónde están sus hijos, hermanos, sobrinos, etc., es una gran tragedia en un
país donde se supone gozamos de plenos derechos humanos, legales y civiles.
Corrupción de los gobiernos
Por otro lado está la complicidad
de las autoridades que permiten y ordenan este tipo de acciones. Desde el
alcalde prófugo José Luis Abarca, su compadre y ex Secretaría de Seguridad Pública
municipal en Iguala, Felipe Flores Velázquez; hasta el gobernador de Guerrero
Ángel Aguirre Rivero, en todos estos niveles hay un índice altísimo de
corrupción, inoperancia y criminalidad.
Recuerdo que en la medida en que
los cárteles mexicanos crecían, se hacían más poderosos y se fortalecían las
organizaciones más violentas como Los Zetas, muchos expertos aseguraban que
México iba en camino a una “colombialización”.
Pero muchos colombianos decían que esta
afirmación era un error principalmente por un factor clave. En Colombia, el
narcotráfico se convirtió en un poder que le peleaba al gobierno el poder de
facto; en México, los cárteles convivían con el poder, estaban dentro del
gobierno y su influencia en las estructuras gubernamentales era muy grande.
Es decir, cogobernaban de forma
armónica y estructurada. En los últimos años esto se ha hecho patente. Algunos
gobiernos municipales (de Michoacán, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Coahuila,
etc.), otros estatales y hasta legisladores y senadores, se les han comprobado
vínculos con el crimen organizado, hacen negocios con ellos y responden a sus
demandas.
Este el principal problema de México.
Para combatir de verdad al crimen organizado se tiene que empezar por limpiar
la propia casa: instituciones de justicia, policías, gobiernos locales y
municipales. Cosa que parece casi imposible de lograr.
La sociedad está indefensa
¿Qué ha propiciado esto? Que la
sociedad esté inmersa en un sistema en donde la impartición de justicia es
ineficiente y poco confiable; que denunciar un delito se convierte en una
travesía de oficina tras oficina tras oficina en donde nadie ayuda de verdad;
que autoridades y crimen organizado puedan secuestrar, matar y desaparecer a
cientos de personas y nadie castigue estos actos.
El México perfecto en donde la
violencia ya no aparecía en las portadas de los medios, en donde ya no había
noticias sobre ejecuciones, balaceras y secuestros; y en donde las reformas aprobadas
automáticamente volvían a nuestro país en uno moderno y exitoso; se está
esfumando.
México está en boca del mundo pero
por el lamentable hecho de que son asesinados y desaparecidos estudiantes
normalistas de Ayotzinapa. También porque sus familias se han organizado, salen
a las calles y exigen que les devuelvan a sus hijos vivos. Porque esta tragedia
humana es inadmisible en cualquier país.
Si algunos consideran que México no
está en una crisis de derechos humanos, entonces la propaganda y el método oficial han funcionado. Si se espantan cuando leen textos que exponen estos
hechos, viven en un mundo irreal, insensible e irresponsable,
independientemente de los títulos académicos que posean.
Ayotzinapa es real y es la punta de
una pirámide de abusos, asesinatos y secuestros que han dañado profundamente a
toda la sociedad mexicana.