La discapacidad y la convivencia diaria

Cada vez es más frecuente ver como las personas que presentan algún problema de discapacidad luchan día a día para poder terminar sus estudios, por tener acceso a una fuente de empleo y cada vez son más las que demuestran su talento en el área profesional.  

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), al año 2010, las personas que tienen algún tipo de discapacidad son 5 millones 739 mil 270, lo que representa 5.1% de la población total.





Cómo referirse a la discapacidad

A pesar de que a lo largo de los años se han utilizado diversos conceptos para identificar a este grupo, muchos de ellos son considerados inadecuados porque no corresponden a su realidad. 

“El término correcto para referirse a estos individuos es: personas que viven con una discapacidad o personas con discapacidad. No hay que utilizar los términos cambiados porque no son minusválidas ni son discapacitadas”, señala la maestra Hilda Téllez Lino, Directora General Adjunta de Quejas y Reclamaciones del Consejo  Nacional Para la Prevención de la Discriminación (CONAPRED). 

Discriminación verbal

Aunque parezca intrascendente, la manera en que nos referimos a las personas con alguna discapacidad llega a tener serias repercusiones en el entorno social, ya que  “el lenguaje es considerado uno de los primeros momentos en los cuales puede darse el detonante para incurrir en un acto de discriminación.

 “Llamar a una persona utilizando un adjetivo diferente al de discapacidad, puede generar a larga acciones que conlleven rasgos discriminatorios”, señala la especialista del CONAPRED.

Y agrega: “Hay aspectos que son sumamente visibles, por ejemplo: en los restaurantes, en los estacionamientos, se tiene que empezar a utiliza el lenguaje correcto y eliminar los letreros que dicen: ‘lugar para minusválidos o con capacidades diferentes’; porque no ponerle lugar para personas con discapacidad”.

Daños al autoestima de las personas con discapacidad

Así, “en el caso de las personas con discapacidad, resulta doblemente desafortunado llamarles incorrectamente, ya que no sólo se ve afectada su dignidad sino que se les limita en el ejercicio de sus derechos.

 Además, esto hace que se afecte su autoestima, "porque todo adjetivo que tienda a la disminución de algo, efectivamente trae como consecuencia una afectación indirecta y agrede en cierta medida la dignidad de las personas”.

Llamar a las cosas por su nombre, sin miedos ni adjetivos

Si bien es cierto que en muchos casos la situación nos lleva a tratar de suavizar los términos y utilizar diminutivos cada vez que hablamos de las personas con discapacidad, esto puede dañar la percepción que tienen de si mismos, ya que de alguna manera se está minimizando su capacidad y su valor.

Por tal motivo, “no hay que tener miedo de llamar a las cosas por su nombre -señala  Hilda Téllez-; por ejemplo, las personas ciegas no son los ‘cieguitos’; a ellas hay que llamarlas ciegos; así sin diminutivos y sin adjetivos. Esto no es faltarles al respeto y no va a herir o lastimar su susceptibilidad, porque finalmente la discapacidad es una circunstancia con la que ellas viven y la han sabido superar”. 

Una cultura de respeto social

También el utilizar correctamente el concepto de discapacidad puede generar el desarrollo de una cultura de respeto e igualdad en nuestra sociedad, porque “las personas con estas características tienen los mismos derechos,  igual que cualquier otro individuo y una forma de ejercerlos es precisamente el ser reconocidos de esta manera”, señala la funcionaria.

Y añades “sabemos que en el tema de la discriminación debemos romper esquemas, estereotipos, donde todo aquello que es diferente tendemos a separarlo. Entonces hay que trabajar en esa reconversión para que lo diferente no nos cause miedo y sea igual a nosotros” 

Esta cultura de respeto e igualdad nos permite entender que ellos también son seres humanos valiosos y respetables. “Yo creo –dice Téllez Nilo- que de ellos podemos aprender muchísimo más, es un campo de oportunidad amplísimo donde tienen otros talento, otras virtudes y otras formas de ver las cosas; hay que acercarse a esas personas  y platicar con ellos, esto puede ser una experiencia sumamente valiosa”.

No importa si el problema de alguien es de carácter físico, mental, intelectual o sensorial, la clave está en poder entender como sociedad, que estos individuos son igual a todos los demás, con las mimas necesidades y sentimientos, con las mismas posibilidades de éxito y de desarrollo; nada más que ellos tienen una exigencia mayor, ser reconocidos como personas que viven con alguna discapacidad.




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